San Alfonso María de Ligorio: Doctor de la Iglesia y Apóstol de María

San Alfonso María de Ligorio (1696 – 1787) fue un hombre que transformó su inteligencia y talento en servicio a Dios y a los más necesitados. Desde joven destacó como abogado brillante, pero pronto descubrió que la verdadera justicia no se encuentra en los tribunales, sino en el corazón del hombre que se abre a Dios. Renunció a la fama y al prestigio para dedicarse al sacerdocio, guiado por un amor profundo a Cristo y a la Virgen María, de quien se convirtió en uno de los devotos más fervientes de la historia.

Su vida fue un ejemplo de entrega incansable. Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor en 1732, Alfonso llevó la Palabra de Dios a quienes más lo necesitaban: los pobres, los alejados y los olvidados. Predicaba con ternura, paciencia y claridad, buscando siempre acompañar a cada persona en su camino espiritual. Su obra Teología Moral refleja esta misma sensibilidad: una guía ética y espiritual que combina la verdad con la misericordia, orientando la conciencia de los fieles sin rigidez ni superficialidad.

Pero quizá lo que más lo distingue es su devoción a la Virgen María. Para San Alfonso, María no era un ideal lejano, sino una madre presente en cada dificultad, protectora de sus hijos y guía segura en la vida cristiana. En Las Glorias de María plasmó su amor filial, mostrando cómo la intercesión de la Virgen es un refugio constante y una fuente de consuelo y fortaleza para quienes confían en ella. Su certeza era simple y profunda: “Un hijo de María nunca se perderá”.

San Alfonso murió en 1787, dejando un legado que sigue vivo en la Iglesia. Canonizado en 1839 y proclamado Doctor de la Iglesia en 1871 por el Papa Pío IX, su vida y enseñanzas continúan inspirando a sacerdotes, religiosos y laicos. Pero también su testimonio es una brújula para los hogares de hoy, llamados a ser pequeñas iglesias donde florezca la fe.

En la vida familiar, el ejemplo de San Alfonso enseña que cada talento, cada capacidad y cada momento de nuestra vida puede ponerse al servicio de Dios. Así como él transformó su carrera y su inteligencia en misión, los padres están llamados a guiar a sus hijos en la fe, mostrando con paciencia y ternura que el camino del Evangelio se vive en lo cotidiano. Su devoción a la Virgen invita a las familias a acoger a María en casa, rezando juntos, confiando en su protección y aprendiendo a mirar la vida con esperanza.

En un mundo lleno de prisas y exigencias, la espiritualidad de San Alfonso recuerda que el hogar es el primer lugar donde se aprende la misericordia, el perdón y la confianza en Dios. La Iglesia doméstica, inspirada en su ejemplo, se convierte así en un espacio donde la fe no es teoría, sino vida compartida y transmitida con amor.

San Alfonso María de Ligorio nos recuerda que la santidad no es lejana, sino cercana, concreta y posible en cada familia. Su legado invita a los hogares cristianos a vivir con pasión la fe, a poner los dones de cada miembro al servicio del Señor y a confiar siempre en la gracia y la protección maternal de la Virgen María.

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